Manolo Solo es un nombre destacado en el ámbito del cine en España, siendo un actor con una carrera única que a menudo ha sido pasada por alto. Según comenta, ha experimentado momentos de desilusión por no recibir el reconocimiento que considera merecido. No obstante, con el paso de los años, ha encontrado nuevos roles que reflejan su auténtico talento y capacidad para interpretar diferentes personajes.
Últimamente, ha sido protagonista del largometraje «Una quinta portuguesa», bajo la dirección de Avelina Prat, en el cual su actuación ha sido elogiada por su profundidad y delicadeza. Además, ha tenido un papel en «El cielo de los animales», dirigida por Santi Amodeo, y sigue trabajando en «Anatomía de un instante», donde da vida a Gutiérrez Mellado en una narrativa que examina los acontecimientos de un intento de golpe de estado en España.
Uno de los aspectos más interesantes de Manolo Solo es su reflexión sobre su propio apellido. Elige el nombre «Solo» no solo por un deseo de destacar, sino también por su historia personal, marcada por la orfandad a una edad temprana. Esta elección le ha llevado a una vida de introspección, donde ha tenido que lidiar con la percepción de los demás y la suya propia. A menudo se siente atrapado en la dualidad de ser un actor que brilla en la oscuridad, un artista que busca la luz a través de papeles complejos y matizados.
En su carrera, ha tenido que enfrentarse a la percepción de ser un actor de reparto o secundario, un encasillamiento que ha sido frustrante para él. Sin embargo, ha demostrado ser mucho más. Su trabajo en «Cerrar los ojos», dirigida por Víctor Erice, lo ha consagrado como un maestro de la sutileza, un intérprete que puede transmitir emociones profundas con un simple gesto. En sus palabras, la luminosidad de un personaje no es suficiente; lo que realmente importa son las sombras que lo rodean.
A lo largo de los años, Manolo Solo ha experimentado un desarrollo tanto en lo personal como en lo profesional. En su juventud, admitió que sentía ansiedad por ser reconocido, anhelando que su talento fuera apreciado. Sin embargo, con el tiempo, ha aprendido a aceptar su trayectoria, incluso cuando las oportunidades no han sido como él planeaba. Este proceso de maduración ha sido liberador, ayudándolo a hallar un equilibrio entre sus sueños y la realidad del mundo cinematográfico.
Su carrera no ha estado exenta de desafíos. Ha enfrentado el rechazo y la decepción, pero estos momentos han sido parte de su crecimiento. Al reflexionar sobre su vida, señala que, si bien hubo momentos de resentimiento, ha logrado superar esos sentimientos, centrándose en el presente y en lo que le espera. Su próxima película, «Una quinta portuguesa», representa una nueva oportunidad para mostrar su talento, y está emocionado por ello.
A lo largo de su carrera, ha trabajado con directores renombrados, aunque a menudo sus papeles han sido pequeños. Recuerda su experiencia en películas como «El imperio del sol» y «1492», donde, aunque fue un figurante, tuvo la oportunidad de trabajar con grandes nombres de la industria. Sin embargo, su amor por el teatro siempre ha estado presente, y sigue siendo una parte fundamental de su vida como actor.
La relación de Manolo Solo con la industria del cine es compleja. Ha rechazado proyectos que no resonaban con sus valores, incluso si se trataba de películas de gran presupuesto. Para él, la integridad artística es crucial, y siempre ha priorizado trabajar en proyectos que realmente le interesan. Este enfoque ha definido su carrera, y lo ha llevado a ser un actor que se niega a conformarse con papeles que no le aportan nada.
Por último, Manolo Solo no teme expresar su opinión sobre temas más amplios, incluyendo su visión sobre la religión y la institución de la Iglesia. A pesar de su experiencia como actor en papeles religiosos, mantiene una postura crítica hacia las instituciones que se apropian de la fe. Su autenticidad y su deseo de ser fiel a sí mismo son aspectos que lo distinguen en un mundo donde muchos optan por seguir la corriente.